¿Existe solo una forma de entender la educación tecnológica? ¿Hay otras posibles? Siendo un ámbito en el que existen tantas iniciativas públicas y privadas, en realidad parece difícil ver una mínima diversidad de propuestas: lo que se propone en los programas educativos de empresas de Silicon Valley -la «hora del código» de code.org apoyada por Microsoft, Facebook, Google y Amazon entre otros, para aprender a programar-, es lo mismo que están proponiendo gobiernos nacionales y autonómicos en Europa -los nuevos currículos de educación primaria y secundaria en el Reino Unido o la Comunidad de Madrid. ¿Y qué valores impregnan tanto las más tradicionales como las más novedosas propuestas de educación en tecnología? Veamos qué propone una mirada feminista al tema. Este texto es una adaptación al ámbito tecnológico del artículo publicado originalmente por Sorkin – Alboratorio de Saberes con el título 7 claves para una educación científica desde otras miradas en Pikara Magazine.
En este artículo nos centraremos en ofrecer algunas soluciones enfocadas a las primeras etapas de la vida. Las niñas y adolescentes van a recibir constantemente y por diferentes vías, el mensaje de que ellas no pueden, no saben o no valen para las ciencias y la tecnología. Es esencial, por tanto, analizar qué tipo de educación tecnológica reciben e incidir en medidas que puedan contrarrestar esos sesgos. No nos referimos únicamente a los contenidos que puedan enseñarse en clase de mates o informática. Los juguetes que escojamos, las actividades de ocio en que participen o el valor que le demos a ciertas tareas están incidiendo directamente en su percepción de la realidad y en el desarrollo de sus capacidades. La educación tecnológica desde otras miradas debe implementarse en los diferentes espacios educativos, ya sea en el ámbito doméstico, la escuela o en la educación no formal. A continuación os presentamos 7 claves para llevarlo a la práctica.
1. Cuestiona la noción actual de tecnología: no es oro todo lo que reluce
La tecnología no es neutral ni objetiva: al igual que la ciencia, es una construcción sociocultural que ha respondido siempre a intereses muy concretos de las clases dominantes, sustentado así ideologías y distintas formas de opresión. No es casual que en nombre de la ciencia se haya defendido la supuesta inferioridad intelectual de las mujeres, la falsedad del cambio climático, la existencia de razas humanas o el binarismo sexual, por poner algunos ejemplos. No es casual que en nombre del progreso tecnológico se haya desarrollado la industria militar, una inteligencia artificial que traduce importantes sesgos ideológicos o la economía de la atención que genera adicción a las personas usuarias de aplicaciones y redes sociales. Tampoco es neutral que aquellas tecnologías que se considera legítima tengan lugar en espacios académicos limitados para buena parte de la población, ni que buena parte de las investigaciones sean financiadas por capital empresarial privado, que determina en muchos casos quién, qué, y cómo se investiga. Por ello es tan importante no dar las cosas por sentado, analizar los contextos y la historia, y fomentar el desarrollo de un pensamiento crítico. De esta forma podremos discernir entre las pruebas empíricas y la ideología, y tener una visión de conjunto que integre valores y favorezca la emancipación.
2. Rescata la tecnología en los márgenes: los saberes de las mujeres
Una de las grandes consecuencias de la actual noción de tecnología es que hay una serie de conocimientos, prácticas y formas de hacer que han quedado fuera. Así, los fenómenos científico-tecnológicos asociados a tareas desempeñadas por mujeres han sido sistemáticamente infravalorados y menospreciados junto con sus hacedoras. No por casualidad, claro. Despojar de valor a estos saberes y eliminarles su componente científico, es una forma de de excluir a las mujeres de determinados espacios de poder y fortalecer la división sexual del trabajo.
Por el contrario, incorporar a la educación tecnológica saberes provenientes por ejemplo de la cocina, la huerta o el tejido, y valorar sus aportes para el avance de la humanidad, no sólo supone ampliar nuestra comprensión del mundo. Implica también cambiar el matiz con el que las mujeres nos enfrentamos a este ámbito y nos empodera como colectivo -no es un espacio tradicionalmente masculino al que debamos acceder, sino que siempre lo hemos hecho aunque no se nos lo haya reconocido-. Al mismo tiempo, nos ayuda a cuestionar la tecnología legitimada desde la práctica y a abrir nuestra mente a formas de organización social diferentes, lo que nos lleva al siguiente punto.
3. Fomenta nuevas formas de entender la tecnología que pongan la vida en el centro
Ya hemos visto que la tecnología es subjetiva y responde a los intereses y valores que tenga la sociedad, así que démosle la vuelta a la tortilla. ¿Cómo sería la tecnología en una sociedad feminista? Las respuestas a esta pregunta podrían ser tantas o más como feminismos hay, evidentemente. En nuestro caso, te proponemos inspirarte en una idea que surge de diferentes corrientes feministas: la sostenibilidad de la vida. Así, las nuevas formas de hacer y también de enseñar tecnología deberían centrarse fundamentalmente en mejorar y hacer más plena la vida de la gente, priorizando el cuidado de personas y naturaleza dentro de la organización social.
4. Reconoce los aportes de las mujeres que han hecho y hacen tecnología
Necesitamos referentes. Las propuestas pedagógicas de los estudios de ciencia, tecnología y feminismo y otras ramas insisten en la necesidad de visibilizar a todas aquellas mujeres que han contribuido a la ingeniería y la informática. No basta con situar en el lugar que merecen a todas aquellas científicas e ingenieras que obtuvieron grandes logros. Precisamos poner de manifiesto que mujeres de distinta clase, etnia y condición siempre han hecho ciencia y tecnología desde los espacios que han ocupado, ya sean públicos o privados. Las niñas y jóvenes precisan conocer sus nombres, recorrido y experiencias, sentirse identificadas y ser conscientes de que no están solas ni son una minoría. Ha habido muchas antes y vendrán muchas otras después.
5. Las mujeres ingenieras e informáticas, referentes en las reivindicaciones feministas
Poner el foco en las mujeres que han hecho y hacen tecnología, nos permite asimilar nuestra capacidad para ocupar legítimamente este ámbito y mucho más. Las historias de vida de buena parte de estas mujeres están marcadas por las discriminaciones a las que se han debido enfrentar y las mil formas que han ingeniado para superar barreras e insubordinarse a las normas establecidas. Historias que nos transmiten resistencia, superación, transgresión, y que promueven la sororidad. No te pares sólo en hablar de sus contribuciones a la tecnología, indaga en sus vidas y extrae aprendizajes que guiarán a las ingenieras del mañana.
6. No olvides las bases: la coeducación como pilar
De nada sirve generar referentes de mujeres o desarrollar un pensamiento crítico ante la noción de tecnología si no lo acompañamos de una educación no sexista y en favor de la equidad. Está en nuestra mano primero detectar cómo nos afecta personalmente, y después denunciar la construcción social del género que se da a través de los diferentes agentes y los productos culturales que nos rodean, así como los roles, estereotipos y relaciones marcadas por la desigualdad que se derivan de todo ello. Además, podemos promover relaciones equitativas, cuidar el reparto de los espacios y los tiempos, usar un lenguaje inclusivo o fomentar el respeto a las distintas expresiones de género, por citar sólo algunos ejemplos.
7. Cambia tus metodologías
Tan importante es el qué se trabaja como el cómo se hace. Apuesta por metodologías pedagógicas que incorporen la perspectiva feminista. Algunas como el aprendizaje vivencial, permiten profundizar en la idea de que lo personal también es político, y al mismo tiempo, acercar ciencia y cotidianidad, o pasar del pensamiento abstracto a un enfoque práctico. Otras, como el reconocimiento de las emociones y la aceptación de la frustración, no sólo mejoran los resultados académicos, sino que aumentan la capacidad de empoderamiento de ellas, y fomentan relaciones personales sanas y recíprocas. Por otro lado, el uso de enfoques multidisciplinares o integrales en la enseñanza de la tecnología, favorecerá la contextualización y el pensamiento crítico. Asimismo, las herramientas participativas o cooperativas sentarán las bases para relaciones interpersonales más equitativas y respetuosas.
¿Y ellos?
No los dejes a un lado. Pensar y poner en práctica una educación científica desde otras miradas es igualmente importante para niños y adolescentes varones. Cada una de las claves anteriormente mencionadas contribuirá a romper el ideal de masculinidad heteronormativa imperante. No sólo ayudará a convencerles de que las mujeres están igual de capacitadas que los hombres para participar en el ámbito científico-tecnológico. También promoverá relaciones interpersonales equitativas, les implicará hacia la avance de corresponsabilidad en las tareas de cuidados y fomentará, en definitiva, el desarrollo de una tecnología más centrada en proporcionar el bien común.
*Si quieres saber más o empezar a poner en práctica alguna de estas ideas, te invitamos a profundizar en ello mediante la guía didáctica de Sorkin: ‘La ciencia que se esconde en los saberes de las mujeres’. En este trabajo nos hemos centrado en desarrollar propuestas específicas para las necesidades de las personas que trabajan en espacios de educación no formal con adolescentes, que habitualmente no cuentan con materiales de este tipo. Ahí encontrarás información y referencias que te servirán para profundizar en la temática y que podrás emplear en otros espacios.
** También puedes continuar leyendo «La otra historia de la Informática», que hemos publicado anteriormente en este blog: una aproximación a la historia que contextualiza los avances en la informática con procesos políticos, económicos y sociales contemporáneos, y que visibiliza las aportaciones de mujeres en este ámbito.