La vuelta al cole nos tiene alerta. La incertidumbre es grande y hay cosas que no podemos controlar. El confinamiento y las medidas de distancia social han aumentado los momentos que pasamos delante de una pantalla. Y a día de hoy es crucial que esos momentos sean tiempo de calidad, y además, que sean sólo los justos y necesarios. Podemos cambiar esto y además es urgente hacerlo. ¿Parece misión imposible? La buena noticia es que hay experiencias muy potentes en marcha:
Familias que se mueven y ponen límites
Es bien conocido el hecho de que las élites de Silicon Valley llevan a sus hijos a escuelas sin pantallas y que evitan utilizarlas en casa. Muchos esperan a que cumplan los 15 años para permitirles usar un móvil, y con condiciones. Quienes diseñan las tecnologías comerciales que usamos a diario, no quieren que sus hijos se pasen el rato delante de la pantalla. Pero el confinamiento nos afectó a todos. Y cuando se acercó la vuelta al cole sin garantías de un año escolar “normal”, algunas familias en Silicon Valley empezaron a organizarse en pequeños grupos de 5 a 7 chavales tutelados por un profesor privado, o bien por alguno de los padres rotando en turnos. Las sesiones se realizan en casa de una de las familias y también al aire libre, en la medida de lo posible. El grupo de familias se compromete a reducir sus contactos con otras personas externas para seguir las recomendaciones sanitarias. Así consiguen que niños y niñas mantengan la interacción humana con el tutor y con sus compañeros de manera lo más directa y viva posible. Lo que nos revela esta experiencia no es tanto si podemos permitirnos o no un profesor privado, sino la necesidad decooperar con otras familias y con la escuela para crear el entorno de aprendizaje más adecuado.
Más cerca, en Cataluña, un grupo de familias se extrañó cuando hace ya un par de años la escuela les mandó un email pidiéndoles autorización para que los niños utilizaran aplicaciones educativas en clase, y mencionaban a Google sin darle importancia. “Nos sorprendía que Google, una empresa dedicada a la explotación de datos, fuera el proveedor de la escuela. Hablando con familias de otros centros nos dimos cuenta de que Google estaba desembarcando masivamente en las escuelas públicas e institutos, como si no hubiera alternativas”, sostiene una de las madres promotoras. Después de un año y medio de diálogos, y con un fuerte apoyo de la asociación xnet, han conseguido un acuerdo con el Departamento de Educación de la Generalitat para que la digitalización de las escuelas se realice de manera democrática y respetando la privacidad del alumnado, prescindiendo así del modelo de negocio de las grandes empresas tecnológicas en favor de empresas locales.
Catherine L’Ecuyer es madre de cuatro hijos, autora de varios libros y divulgadora de temas sobre psicología, educación y tecnología afincada en Barcelona. Recientemente ha firmado junto a decenas de expertos una declaración sobre las tecnologías aplicadas a la educación y las políticas educativas durante la pandemia que urge a los educadores a utilizar la tecnología sólo cuando sea necesario. En una entrevista L’Ecuyer cuenta cómo ella misma aplica estos principios en casa: “En el confinamiento, mis tres hijos mayores han tenido dos horas al día con todas las explicaciones del profesor online y el resto de material en papel. Y muchísimas lecturas. Mi hija de nueve años no ha hecho nada online, todo en papel. Y eso nos ha funcionado muy bien, ha sido una oportunidad para crecer en autonomía y en responsabilidad.”
¿Por qué lo hacen?
¿Por qué las élites de Silicon Valley no confían la educación de sus hijos a las pantallas? ¿Por qué grupos de familias se movilizan para poner límites a Google? ¿Por qué pedagogos, científicos y médicos de todo el mundo advierten no abusar de la tecnología en las clases, aun en caso de confinamiento?
Para poder abordar el problema desde la raíz, es fundamental entender por qué nos enganchamos con tanta facilidad a las redes sociales, juegos y series online. Incluso muchas aplicaciones educativas o de productividad también están diseñadas para engancharnos. Un ejemplo sencillo para comprenderlo es lo que sucede cuando terminas de ver un vídeo en Youtube. Empieza una cuenta atrás de segundos y luego se reproduce el siguiente vídeo: un vídeo que en realidad no has elegido. Si tú no haces nada, la aplicación continúa reproduciendo otro y otro. Y como lo más cómodo es no hacer nada, seguramente pases más tiempo viendo vídeos del que habías previsto inicialmente. Así, puedes pasarte igual dos minutos que dos horas.
Esta función de Youtube se llama reproducción automática, y también existe en otras plataformas comerciales para ver vídeos como Netflix o HBO. Esta es solo una de las múltiples funciones que incluyen las aplicaciones para implementar la economía de la atención, es decir, intentar que pases el mayor tiempo posible delante de la pantalla. ¿Por qué? Porque así funciona su modelo de negocio. Youtube es una aplicación de Google, y éste es el modelo con el que muchas empresas de Silicon Valley ingresan tantísimo dinero: tú no pagas directamente por usarlo, pero los datos que salen de observar tu comportamiento en la aplicación se venden por publicidad. Cuanto más tiempo pasas en la aplicación, más datos recogen sobre ti, más anuncios pueden mostrarte y más dinero ganan. En definitiva, disponen de tu tiempo.
Toca pasar a la acción
Pero nuestro tiempo de vida es precioso. No vale la pena pasarlo delante de una pantalla. Y este enganche nos pasa tanto a nosotros como a nuestros hijos. Cada vez más. ¿Cómo podemos hacer algo al respecto? Lo importante es empezar por pequeños gestos. Siguiendo con el ejemplo anterior, puedes revisar cada uno de tus dispositivos y cambiar la configuración de Youtube: la reproducción automática está activada por defecto, pero tú puedes desactivarla. Cuando te pones a ver un vídeo que te han enviado, pregúntate si te puede aportar algo o si vas a verlo para pasar el rato o para evadirte un momento. Si lo que necesitas es descansar, quizás te conviene más un poco de silencio y salir a tomar el aire. Es sencillo y al mismo tiempo no es fácil. Esta experiencia propia te aportará la comprensión y empatía necesaria para poder dialogar con tus hijos e invitarles a seguir tu ejemplo.
Lo que nos pasa al ver vídeos en Internet es sólo un ejemplo de cómo podemos tomar las riendas en la manera en que usamos la tecnología. Pero hay otros muchos pequeños gestos que podemos cambiar. Einstein decía: “si quieres resultados distintos, prueba a hacer cosas distintas”. Por eso, en el curso online “Cómo educar un uso crítico de las tecnologías en familia” de BBK Family te ayudaremos a revisar cómo convives con la tecnología y a probar pequeñas acciones junto a tus hijos e hijas. Tenemos que ponernos en marcha, no hay tiempo que perder. ¡Ánimo!