La segunda sesión del Taller de Educación Digital Crítica aborda la cuestión: ¿qué llevo en mi bolsillo? Hablamos de hardware, de la parte física de las herramientas digitales, del dispositivo: el móvil, el ordenador, la tablet.. Hemos visto sus tripas y nos hemos manchado las manos desatornillando, tirando, apretando… cacharreando en definitiva…
Al preguntarnos por el ciclo de vida de la tecnología, fácilmente podemos imaginar que existe un proceso de fabricación industrial que engarza en un proceso económico que tiene principio y fin:
- Extracción de materias primas como minerales y plásticos,
- Fabricación de todas las piezas electrónicas que lo componen como el disco duro, la placa base, el microprocesador,
- Ensamblaje de las piezas y unión en un único producto final,
- Distribución de los ordenadores desde las fábricas a los puntos de venta,
- Campañas de marketing y publicidad desde los establecimientos de venta de productos tecnológicos,
- Venta de ordenadores, móviles, tablets, impresoras, cámaras… y compra de los mismos por parte de las personas usuarias,
- Uso de los ordenadores y cuidados: mantenimiento, limpieza, actualizaciones…
- Desecho del ordenador como basura.
Y vuelta a empezar, cuando queremos comprarnos uno más nuevo. Procesos como éste están contenidos en la historia de vida de la mayoría de los objetos que poseemos. Sucede que estos procesos son invisibles a nuestros ojos, podríamos decir que apenas tenemos un papel activo en el punto 7: nosotros somos personas usuarias.
Seguramente hemos oído hablar de que la extracción del mineral Coltán se realiza en condiciones de esclavitud en algunos países africanos, de que en ese mismo continente existen enormes vertederos de basura electrónica, de nuestra basura. Tal vez nos resulta familiar el término obsolescencia programada. El proceso de ensamblaje que nos muestra esta investigación de DanWatch y Setem puede resultarnos más desconocido:
La generación de riqueza en este ciclo se concentra en las manos de unas pocas empresas, más bien de unas pocas personas que dirigen aquellas empresas. No es posible amasar una gran fortuna sin generar una gran pobreza. El consumo tecnológico que genera esta riqueza pasa por encima de la vida de muchas personas.
En este punto, nuestro análisis desde un punto de vista pedagógico nos lleva a cuesionarnos: ¿qué nos jugamos en esto? ¿cómo hacer para que prime el fin y no el medio? Nos encontramos entonces con una clave: el deseo. Deseamos más tecnología. Lo deseamos esperando con ello obtener alguna satisfacción, llenarnos de cierta felicidad. Obtener más tecnología implica trabajar para ello, trabajar duro y tener dinero para comprarla. ¿Cómo educar pues nuestro deseo?
Existen múltiples ejemplos de personas que exploran actitudes y formas de vida que desean salir del consumismo de las tecnologías, de la inmediatez de la eficiencia o del apego de lo material, apostando por renunciar a ciertas comodidades. Es lo que generalmente entendemos por austeridad. Ante lo que el consumismo pretende llenar, logramos escapar cuando prescindimos de ello. Es un primer paso, aunque en ocasiones difícil de mantener sin plantearnos cómo llenar de nuevo ese vacío. Las personas anhelamos, buscamos y perseguimos a lo largo de la vida un sentido que nos aporte una base de felicidad. Podemos entender que vivimos una realidad material, operativa, pero no como eje exclusivo de la vida. La búsqueda de sentido es el dinamismo más profundo que mueve a la persona, y esto nos abre a una dimensión existencial que da profundidad a la opción por la austeridad. Una felicidad realista y razonable integra momentos buenos y malos, situaciones de calma y de conflicto, experiencias de limitación y de creatividad. La felicidad depende en buena medida de desarrollar con seriedad y alegría esas capacidades que nos humanizan y que ya están en nuestra propia naturaleza.
Al trabajar esta temática en el Taller, anotamos que algunas personas se resisten a aceptar el término de austeridad, entendiendo que está pervertido por su utilización en determinadas políticas económicas. Más allá de la discusión sobre el término, nos entendemos al aclarar que se trata de aquello que es necesario, de desear lo necesario.
Para educar(nos) en la austeridad, para profundizar en la austeridad, no sólo desde una conceptualización más precisa y completa, sino desde la práctica nos apoyamos en las artes escénicas. Ejercicios sencillos de expresión corporal desde la danza y de exploración sensorial (ej. con ojos vendados) nos permiten ampliar una experiencia reflexiva individual y grupal, que despiertan la mirada interior. A esta técnica sumamos el proceso de conceptualización, reconocimiento, exploración y creación de experiencias compartidas propio de la metodología de Baúl Mágico. Al oído, los participantes de la dinámica son capaces de expresar aquello de lo que desean desprenderse y aquello de lo que desean llenarse. Al mismo tiempo escuchan las inquietudes de los compañeros. En la puesta en común en grupo comentan que lo que escucharon era sencillo, que aquello de lo que querían llenarse no tiene que ver con lo material.