Hace algunos años llegó a popularizarse el término de nativos digitales, que presupone que las niñas y niños de hoy saben utilizar las tecnologías “de manera natural” mejor que sus mayores. Así que ¿qué pueden aprender de sus mayores? Según este planteamiento, poco o nada.
Pero recientemente se ha demostrado que esto no es cierto: los nativos digitales no existen. Las nuevas generaciones de niñas, niños y adolescentes son capaces de poner a funcionar una aplicación en una pantalla porque las aplicaciones y juegos están diseñados para ser cada vez más fáciles de usar. Y al mismo tiempo está claro que carecen a priori de criterio propio para identificar, por ejemplo, el impacto emocional que supone ver un vídeo o sumergirse en un juego online, o para dejar de usar las pantallas si se dan cuenta de que están perdiendo el tiempo, o para discernir lo que les conviene y lo que no.
Y lo que madres, padres y demás personas adultas que acompañamos a niños, niñas y adolescentes podemos aportarles es precisamente eso: ayudarlos a generar un criterio propio que les permita hacer un uso crítico y saludable de las tecnologías.
En estos mismos años, algo muy distinto ha sucedido entre las élites tecnológicas. Tal vez hayas oído hablar de Silicon Valley en Estados Unidos. Se trata de un lugar conocido porque allí se encuentran las sedes de las principales empresas tecnológicas como Apple, Facebook, Google, Amazon o Netflix, que desarrollan las aplicaciones que utilizamos en nuestro día a día para informarnos y comunicarnos. Es conocido el hecho de que las madres y padres que ocupan puestos directivos en estas empresas, y que por tanto conocen bien cómo están diseñadas estas tecnologías, limitan o prohíben en casa el uso de pantallas, llevan a sus hijos a escuelas donde no se usa una pantalla hasta los 15 años e incluso niegan por contrato el uso de móviles a las niñeras. No les preocupa que puedan quedarse atrás y, cuando llegue el momento, aprenderán rápido porque son muy fáciles de usar. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué priorizan entonces en la educación de sus hijos? ¿Qué podemos aprender de este planteamiento?
¿Qué están haciendo las mamás y papás de Silicon Valley y qué nos puede servir de inspiración?
- Tienen unos criterios y toman decisiones coherentes sobre la educación tecnológica de sus hijos en base al conocimiento que tienen de las tecnologías. No se trata de que debamos convertirnos en ingenieros, pero un uso crítico empieza por preguntarnos y querer comprender algunas cosas acerca de las tecnologías digitales que usamos diariamente: ¿por qué estamos tanto tiempo conectados? ¿las aplicaciones son realmente gratuitas? ¿dónde se guarda toda esa información?
- Conocen y practican usos de la tecnología con sentido, es decir, tienen un propósito claro a la hora de sentarse frente a la pantalla: cuidar sus relaciones interpersonales, desarrollar la cultura audiovisual, investigar y comprender, … Lo que marca la diferencia aquí es usar con sentido. Por eso evitan ponerse ante la pantalla por aburrimiento, para evadirse de la realidad o entretenerse y matar el tiempo.
- Elaboran y practican estrategias de buen uso de las tecnologías en la familia basadas en el diálogo, en poner límites, en acompañar los momentos de uso y, sobre todo, en promover experiencias de aprendizaje y relación fuera de las pantallas. Y no dudan en acordar con la escuela espacios libres de tecnologías. Una de las estrategias que trataremos de desarrollar es el potencial de la cooperación entre familias.
- Acompañan a sus hijos e hijas en el uso de las tecnologías de acuerdo a su nivel de desarrollo emocional, mental y corporal en cada franja de edad, priorizando aquello que favorece su aprendizaje y su socialización en cada momento.
Cada uno de estos aspectos son los que nos han permitido ordenar nuestros pensamientos a la hora de desarrollar un itinerario de acompañamiento a madres y padres en la guía para educar un uso crítico de las tecnologías en familia, y así es como está elaborado cada uno de los capítulos.
Es verdad que las estrategias de las élites de Silicon Valley son viables en parte porque tienen dinero para, por ejemplo, pagar una escuela de élite, pero también nosotros, conociendo, podemos impulsar hacia dónde debe ir la escuela pública… y ¿acaso no podemos hacer algo como madres y padres trabajadores con los medios de los que disponemos? ¿y no debemos hacerlo ya?